CAPÍTULO II (fragmento)
LOS COMPAÑEROS DEL MIEDO (MAGRITTE)
El profesor César Dasombrío observó el canto del libro, notando cómo las zonas apenas manchadas señalaban las páginas más consultadas. Luego de esa pausa rítmica –que siempre se imponía antes de redondear un diagnóstico–, retomó su tarea y revisó sus notas. Quizá con el Rorschach y el TAT ya tenía elementos suficientes: “tipo de resonancia íntima, introvertido, predominio de respuestas K en lugar de C...”.
Tener que transferir a ese paciente le pesaba, pero la llamada de Dell´ Arthur había sido perentoria: el caso era la máxima prioridad policial, y en algunos despachos gubernamentales ya se estaba convirtiendo en un asunto de alta política. La reunión con el equipo de investigación sería al día siguiente, temprano por la mañana. Cerró los cajones del escritorio y apagó la lámpara. Luego de regar el helecho con un rociador, salió del estudio y suspiró: esperaba que, al menos, el pedido de licencia en la universidad no tuviera que ser inmediato.
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