CAPÍTULO IV (fragmento)
Muchos criminales elegían a todas o a gran parte de sus víctimas en los segmentos más desprotegidos de la sociedad, lo que hacía que sus desapariciones no se registraran hasta que el cadáver aparecía, a veces mucho tiempo después de cometido el crimen: mataban prostitutas, vagabundos y niños, operaban en entornos marginales y solían alcanzar el mayor número de muertes, como Pedro Alonso López (“El monstruo de los Andes”, asesino de más de 300 muchachas en la frontera entre Colombia, Perú y Ecuador) y Andrei Chikatilo.
El 'monstruo de los Andes’, Pedro Alonso López.
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