viernes, 24 de febrero de 2023

Uno de los paisajes favoritos del señor S: los volcanes de Pocho, en Córdoba (2), fragmento del Cap. XXXIX

CAPÍTULO XXXIX

EL RETORNO DE LA BELLA JARDINERA

 –Vamos a introducir ahora un tema que retomaremos en la próxima clase. En la provincia de Córdoba, hay varios parajes que permiten apreciar formaciones volcánicas. Existen tres áreas destacadas: la de Sierra de los Cóndores-Piedras Moras, constituida por coladas basálticas. Las rocas pardo-rojizas de la zona dan nombre al dique ubicado allí. Otra es Chaján, al sudoeste de Río Cuarto, y el más importante de todos es el distrito de Pocho, con volcanes que han soportado 10 millones de años de erosión. Algunos han perdido altura, pero aún evocan a los antiguos gigantes, como los conos del Yerba Buena y el Ciénaga.   




El volcán Ciénaga desde la ruta que conduce a Los Túneles.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Uno de los paisajes favoritos del señor S: los volcanes de Pocho, en Córdoba (1), fragmento del capítulo XII

CAPÍTULO XII


 – ¿Hay volcanes en Córdoba? –preguntó Mariana. 

–Sí, otro motivo de orgullo provinciano. Sobre el cordón serrano occidental, más allá de las Sierras Grandes, existe un conjunto llamado volcanes de Pocho. Son productos del vulcanismo de la segunda mitad del Terciario. Hicieron erupción por última vez hace unos cinco millones de años, en una cadena de cataclismos que moldeó el paisaje de esa región. Desde entonces no hubo más erupciones, pero sí son frecuentes sismos de distinta magnitud. Hoy pueden verse rocas volcánicas, bombas eyectadas a muchos kilómetros, domos y conos. El cono más visible es el Cerro Ciénaga, cerca de Taninga.



El Ciénaga en el horizonte, visto desde cercanías de la caldera central del sistema volcánico (foto de Daniel Sotelo, Surcando caminos).

jueves, 16 de febrero de 2023

Géricault aparece en La fragua (fragmento del Capítulo XXXIX)

CAPÍTULO XXXIX

EL RETORNO DE LA BELLA JARDINERA


En la pared oeste del subsuelo, acondicionada para que la humedad no la afecte, grandes reproducciones fotográficas del Jardín de los Fugitivos se ordenan en una secuencia cronológica que se corresponde con el recorrido que él hizo la primera vez que vio las imágenes. La serie, que ocupa toda la longitud de la pared, se abre con la primera visión que él recuerda de ese trayecto. En la pared de enfrente, otra serie de fotografías más reciente, con los cuerpos de sus víctimas dispuestos de tal forma que imitan a los moldes de los muertos por la erupción del Vesubio, se ubica como en espejo frente a la secuencia original.

Consideró la disposición corporal que tenía que reproducir la próxima vez; después de todo, estaba retomando el procedimiento de creación en el mismo punto de estado del arte en el que lo había dejado Praxíteles al preparar vaciados directos de los brazos, piernas y cuerpos que iba a esculpir. Al igual que ese escultor clásico, y tal como Théodore Géricault, quien pintó La balsa de la Medusa a partir de bocetos de restos humanos reales obtenidos en cementerios y ejecuciones públicas, dedicó una hora a estudiar las imágenes de los fugitivos de Pompeya a fondo. 



La balsa de la Medusa
1818-19
Óleo sobre tela, 491 x 716 cm
Museo del Louvre, París, Francia

Analía Bonifay y el autor, con los ejemplares que intercambiaron

  Foto tomada en el encuentro de Narrativa en Biblioteca Córdoba, viernes 27/9/2024.