CAPÍTULO XXXIX
EL RETORNO DE
En la pared oeste del subsuelo, acondicionada para que la humedad no la afecte, grandes reproducciones fotográficas del Jardín de los Fugitivos se ordenan en una secuencia cronológica que se corresponde con el recorrido que él hizo la primera vez que vio las imágenes. La serie, que ocupa toda la longitud de la pared, se abre con la primera visión que él recuerda de ese trayecto. En la pared de enfrente, otra serie de fotografías más reciente, con los cuerpos de sus víctimas dispuestos de tal forma que imitan a los moldes de los muertos por la erupción del Vesubio, se ubica como en espejo frente a la secuencia original.
Consideró la disposición corporal que tenía que reproducir la próxima vez; después de todo, estaba retomando el procedimiento de creación en el mismo punto de estado del arte en el que lo había dejado Praxíteles al preparar vaciados directos de los brazos, piernas y cuerpos que iba a esculpir. Al igual que ese escultor clásico, y tal como Théodore Géricault, quien pintó La balsa de la Medusa a partir de bocetos de restos humanos reales obtenidos en cementerios y ejecuciones públicas, dedicó una hora a estudiar las imágenes de los fugitivos de Pompeya a fondo.
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