Foto tomada en el encuentro de Narrativa en Biblioteca Córdoba, viernes 27/9/2024.
Saga de novelas de Norman Berra
CAPÍTULO XXV
Dedicó cinco minutos a examinar la vista panorámica. Hacia el frente estaba la plaza, provista de abundantes árboles, con copas pobladas aún en esa época. En una esquina corría la calle principal, que conectaba con la que daba acceso al hotel. En la otra, una peatonal. A esa hora, ahí se ubicaban los agentes. De noche, seguramente la presencia policial sería más nutrida. Las cámaras del sistema de seguridad urbana estaban lejos y se enfocaban sobre todo en calles y peatonales.
Acercando la vista desde las veredas de la plaza hacia el hotel se encontraban, a ambos flancos del edificio, las columnas de alumbrado público. Hacia su izquierda había algo todavía más interesante: el cartel vertical de una entidad bancaria, ubicado a unos 20 metros de distancia. Calculó que su longitud llegaba casi hasta el segundo piso del hotel.
Volvió hacia la caseta que comunicaba con la azotea. Se apoyó contra la puerta para cerciorarse de que no hubiera ruidos cercanos. Abrió la cerradura nuevamente y descendió hasta el sexto piso desde el rellano oscuro, espiando antes de asomarse. Nadie a la vista.
Al descender por la escalera, se detuvo un momento en el sexto piso. La suite matrimonial VIP estaba marcada con el número 601.
Máximo espió su reloj de pulsera. Mientras la geóloga tomaba un marcador, Hugo Raziru observó el jersey mullido de lana que acompañaba su pantalón estampado y aprovechó el momento en que ella giró y se estiró a efectos de escribir en la parte más alta del pizarrón para detener la vista sin culpa en sus firmes nalgas. “Por Dios, lo buena que está”. Sin embargo, Víctor sí se dio cuenta.
–Mirá ahora, porque si te ve tu mujer, te mata –bromeó.
Ajena a todo, Loringhoven retomó el hilo de la clase.
–Vamos a introducir ahora un tema que retomaremos en la próxima clase. En la provincia de Córdoba, hay varios parajes que permiten apreciar formaciones volcánicas. Existen tres áreas destacadas: la de Sierra de los Cóndores-Piedras Moras, constituida por coladas basálticas. Las rocas pardo-rojizas de la zona dan nombre al dique ubicado allí. Otra es Chaján, al sudoeste de Río Cuarto, y el más importante de todos es el distrito de Pocho, con volcanes que han soportado 10 millones de años de erosión. Algunos han perdido altura, pero aún evocan a los antiguos gigantes, como los conos del Yerba Buena y el Ciénaga.
– ¿Hay alguna actividad volcánica residual allí? –preguntó un alumno de la segunda fila.
–Sí, todavía se encuentran manifestaciones hidrotermales. Para una reseña de episodios de vulcanismo en tiempos históricos, anoten: en nuestro país, las erupciones más recordadas fueron la del Quizapu, cuyas cenizas llegaron a caer en Buenos Aires en el año 1932. Respecto al Ojos del Salado, cuya erupción podemos ver ahora en vivo y en directo, tengan en cuenta que integra el Cinturón de Fuego, un círculo de actividad volcánica alrededor del Pacífico que se extiende desde Japón hasta América Latina y que cuenta con unos 300 volcanes.
Volcán en Guatemala (foto gentileza Raúl Medina).
Anochece, y la tormenta que llegó desde el este hace rugir las ventanas de Metzadir. El viento suena como una tromba por la cañada que recorre el río; en el suelo comienza a medrar el ruido suave de las primeras gotas de llovizna cayendo sobre el pasto. El olor a tierra mojada asciende hacia él, que está de pie en el balcón de la casona y lo aspira, casi saboreándolo. Abre las ventanas para que el aire penetre en la estancia. Detrás de la silueta oscura de las montañas, los relámpagos atraviesan la oscuridad como ramas retorcidas y los truenos que les siguen resuenan entre los cerros como detonaciones de canteras.
Antes de la tormenta, había pasado un par de horas navegando en internet. Recorriendo páginas de eventos sociales, rastreó información sobre bodas para verificar si alguna de las mujeres seleccionadas iba a casarse pronto. No había encontrado nada, así que destinó la segunda hora a chequear sitios sobre vulcanología y andinismo.
En octubre realizaría el viaje al Ojos del Salado. La mejor época para subir al volcán comenzaba en ese mes y se estiraba hasta marzo, pero había decidido mantener el de su primer viaje. Como cada año, partiría por el antiguo Camino Real al Alto Perú; después de todo, iba a visitar la región que los incas llamaban Tawantisuyo, el Reino de las Altas Montañas Nubladas, la segunda región más elevada del mundo después del Himalaya. Allí, en la Coronación del Cinturón de Fuego, a través de los Ojos del Salado, él había podido ver como latía el corazón, la sangre y el pulso de la Tierra misma.
Foto tomada en el encuentro de Narrativa en Biblioteca Córdoba, viernes 27/9/2024.