CAPÍTULO LII (fragmento)
Al mismo tiempo que Dell´ Arthur le ordenaba al guardia del edificio cerrar el ingreso, en su departamento Loringhoven se sonrojaba ante un comentario de Corostic, quien estaba vestido de manera similar al personal de servicio de la universidad.
–Es usted más linda de lo que se vio en televisión.
–Muchas gracias –respondió la geóloga, algo incómoda–. Vio la nota sobre el volcán –dijo, tratando de recuperarse de la sorpresa.
La puerta aún tenía el pasador puesto. Entonces, Corostic dijo, en un tono íntimo:
– ¿Conoce la historia de la doncella que fue lanzada al cráter del Lanín? Según la leyenda, fue para aplacar al dios Pillán, furioso porque un grupo de jóvenes de una tribu local había matado a unos huemules.
La sensación de déjà vu que le provocó escuchar en esa situación las mismas palabras que ella había dicho en la Facultad activó una alarma en el cerebro de la geóloga, pero Corostic sacó su arma antes de que ella pudiera reaccionar. Con suavidad, la hizo apartarse hacia atrás y corrió él mismo el pasador de la puerta.
–No grites –dijo, tuteándola de repente.
Atemorizada, Loringhoven negó con la cabeza. Recién en ese momento, se percató de que no había señales del policía de consigna y se odió por estar aún somnolienta. “¿Cómo pude ser tan estúpida?”.
Aunque seguía apuntándola, él parecía tranquilo. La hizo sentarse y luego hizo lo mismo. La miró largamente, casi con delectación.
–La leyenda cuenta que en la cima del Lanín vivía el dios Pillán, quien se enfureció cuando unos jóvenes de la tribu Huanquimil mataron a unos huemules. Para calmar su furia, decidieron sacrificar a la hija del cacique de la tribu: un cóndor la lanzó al cráter del volcán...