CAPÍTULO XXXIV
EL JARDÍN DE LOS
FUGITIVOS (fragmento)
Los oficiales Bustamante y Liste estaban a punto de concluir su turno –que ese día era desde las 4 de la tarde hasta la medianoche– con una patrulla en coche por las manzanas más céntricas. Venían de la zona roja que circunda el Mercado Norte, luego de haber revisado un pasillo fétido y oscuro donde habían advertido movimientos sospechosos; lo encontraron plagado de ropa sucia tirada en el piso, que evidentemente había sido abandonada por una prostituta y un cliente ocasional después de una sesión de sexo rápido interrumpida por los policías. Como se habían quedado sin bactericida líquido en la guantera, esperaban que el centro no presentara ninguna novedad para, así, poder liberarse y desinfectarse con aerosol al devolver el móvil, cuando sonó la voz del operador de radio.
–Recibimos una llamada anónima, alertando que algo pasó en la Cripta Jesuítica, Rivera Indarte y Colón.
–Estamos cerca, ahí vamos.
Al aproximarse al lugar, Bustamante pudo apreciar por las ventanas del móvil las cinco caras talladas en las columnas de la fachada del edificio de calle Colón al 140: rostros inquietantes orientados hacia la calle, con sus párpados cerrados debajo de los cuales, a esa hora, parecía latir una voluntad indescifrable.
Dos de los cinco rostros tallados en las columnas de la fachada del edificio de calle Colón al 140 (foto del autor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario