CAPÍTULO XIX (fragmento)
–Ese es el Cerro Áspero; y a sus pies, Pueblo Escondido –le dijo a la pareja de turistas españoles, maravillados ante la visión del lugar, a pesar del agotamiento después del trekking de dos horas desde que dejaran el vehículo en una posta. Era media tarde y el sol aún calentaba un poco el aire de las sierras.
– ¿De qué época es este lugar? –preguntaron a coro.
–De principios del siglo pasado, cuando una empresa minera europea comenzó a extraer tungsteno, un mineral que se usaba para fabricación de material bélico, entre otras cosas. En 1969, el yacimiento se cerró definitivamente. Después vamos a hacer un recorrido por las edificaciones, talleres, barracas, túneles y minas.
Pese a que su temperamento lo inclinaba a apreciar mucho más la naturaleza que la cultura, Pueblo Escondido era uno de sus lugares favoritos por la mezcla de ambos elementos. Las instalaciones parecían fusionadas con el paisaje: el lecho pedregoso del arroyo se desparramaba en dirección a las construcciones, recostadas sobre la montaña, y el puente colgante se entrelazaba con las ramas de los árboles a la orilla del curso de agua.
–Recorreremos rápidamente el pueblo antes de descansar. Mañana daremos un paseo por tres arroyos de la zona: el arroyo del Medio, el del Bosque y el del Tigre –explicó–. Vamos a visitar unas cascadas también, pero la mejor de todas quedará para el último día, cuando empecemos el camino hacia Merlo, San Luis. Es el Salto del Tigre, que tiene 20 metros de altura.
Luego de descargar mochilas y levantar las carpas, recorrieron las instalaciones y refugios. El uso turístico que se le daba a Pueblo Escondido requería de cierto mantenimiento, lo que favorecía el cuidado de las edificaciones, sobre todo en los espacios interiores.
El paseo por el puente colgante y las barracas pintadas de color rosado agotó a los dos turistas. Cuando terminaron, la luna ya se insinuaba por detrás de la mole del Áspero y era hora de preparar la cena.
Al día siguiente, recorrieron los alrededores de Pueblo Escondido, deteniéndose en las minas y bajando después hacia uno de los brazos del río, donde se encontraba el salto de agua más próximo. Almorzaron cerca de él; los españoles dedicaron varias fotos a la caída de agua, que parecía descender como una escalera por las rocas, oscurecidas por el torrente, hacia la olla que lo recibía antes de volcarlo al arroyo.
Por la tarde, ascendieron al Áspero y pudieron disfrutar de una vista general del curso de agua y de todas las instalaciones. Permanecieron allí hasta que el sol cayó y Pueblo Escondido se hundió entre las sombras. Entonces, cansados pero eufóricos, los turistas estuvieron listos para bajar.
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