CAPÍTULO XLVII (fragmento)
Loringhoven hizo una pausa de sus labores en la Conae para llamar a la Biblioteca
de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Mientras esperaba que
atendieran, miró los verdes terrenos aledaños al complejo y pensó que no le
vendrían mal unas vacaciones.
–Biblioteca, buenos días –dijo la voz, en un tono
que la geóloga relacionó inmediatamente con la serenidad aséptica que
caracterizaba a la bibliotecaria a cargo en ese horario.
–Buenos días, llamo por un pedido que hice hace un
tiempo. Es el volumen de Rojo y Jagla, lo necesito y se supone que ya lo deben
haber devuelto.
–Un segundo, voy a chequearlo.
Luego de un momento, la voz reapareció.
–Lo lamento, pero todavía no lo devolvieron.
– ¡Hum! ¿Todavía no? Pero ya es tiempo… en su
momento hice el pedido por e-mail, pero alguien lo sacó antes de que yo lo
buscara. Insisto, realmente lo necesito.
–Tiene razón, vamos a contactar a la persona que lo
sacó y exigirle que lo traiga, porque ya pasó el plazo.
–El asunto es que ese volumen es clave para la
dirección de varias tesis. Ya lo hubiera comprado si no estuviera agotado.
Nadie lo tiene.
–Entiendo perfectamente, le aseguro que haremos
todo lo posible para recuperarlo. Tengo su dirección en la ficha de lectores; en
atención a la demora, en cuanto tenga el volumen, se lo enviaremos.
–Se lo agradezco mucho, gracias.
Un poco fastidiada, Loringhoven colgó. Decidió escuchar algo de música, y programó “Return to innocence”,
de Enigma, en su computadora.
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