viernes, 22 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (6)

 CAPÍTULO IV (fragmento)

En los asesinos seriales sádicos, el placer se vinculaba con mantener a la víctima en estado de agonía: algunos elegían el estrangulamiento como método, porque hacía que la muerte fuera más lenta. Andrei Chikatilo, “El Carnicero de Rostov”, asesino de más de 50 mujeres y adolescentes en la antigua Unión Soviética, había aprendido a herir para causar la pérdida de sangre que lo excitaba, sin provocarles la muerte inmediata. 

Portada del libro de Peter Conradi sobre Andrei Chikatilo.


domingo, 17 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (5)

CAPÍTULO IV (fragmento)


 Tenía que revisar casos de criminales que mataran con sus propias manos... Manuel Delgado Villegas, conocido en la crónica española del crimen como “El Arropiero”, asesinaba a sus víctimas con el “golpe legionario” aplicado sobre el cuello; lo había aprendido en su paso como voluntario por la Legión. Era un punto a considerar: si el señor S había tenido alguna formación militar, eso podía achicar el campo de sospechosos. Subrayó el dato y siguió revisando esos volúmenes bifacéticos, llenos de horror y a la vez de conocimiento.



Manuel Delgado Villegas, "El Arropiero" (foto extraída de La Vanguardia).

miércoles, 13 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (4)

CAPÍTULO IV (fragmento)


 David Berkowitz había enviado a la policía comunicados firmados como “el Hijo de Sam”. Sus mensajes eran explícitos, pero desprovistos de profundidad. Había un punto de contacto entre Berkowitz y el caso en estudio: “el Hijo de Sam” también asesinaba parejas, pero atacaba en la calle, disparándoles en sus vehículos; no irrumpía en sus casas, ni mataba con sus manos. 



David Berkowitz, "el hijo de Sam" (foto extraída de Yahoo Vida y Estilo).


sábado, 9 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (3)

CAPÍTULO IV (fragmento)


El símbolo de Dennis Rader, Bind Torture Kill, BTK.


En otros casos, el mensaje sí descansaba en un soporte textual: en Estados Unidos, el asesino llamado BTK por su método (bind, atar; torture, torturar; y kill, matar) había escrito largas cartas a la policía, explayándose sobre sus impulsos sádicos, describiendo con detalle las escenas de sus crímenes y llegando incluso a dedicar odas a algunas víctimas. 



El logo de J.R.R. Tolkien (fuente de la imagen: El Blog de la BNE). 

¿Acaso BTK lo tuvo como referencia?

martes, 5 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (2)

 CAPÍTULO IV (fragmento)


El motivo para matar era una parte fundamental del estudio y las controversias sobre el tema. Muchos especialistas sostenían que la literatura y el cine habían creado la imagen de asesinos seriales que querían transmitir un mensaje con sus crímenes y sostenían que eso no se correspondía con la realidad. Dasombrío discrepaba: si bien en la mayoría de los casos el motivo se reducía a la satisfacción de una necesidad del homicida, había otros donde sí aparecía la intención de transmitir una suerte de mensaje. Punteó casos célebres que se podían adscribir al primer tipo: el británico Dennis Nilsen, asesino de 15 hombres, quien mataba para obtener compañía; Jeffrey Dahmer, asesino de 17 hombres en Milwaukee, que, además de abusar de sus víctimas, las convertía en objetos de estudio y experimentación. Luego, casos del segundo tipo: Colin Ireland, culpable de cinco muertes, quien se consideraba un cruzado contra los gays y pensaba que darles muerte era una tarea purificadora; incluso, había usado un libro escrito por el especialista del FBI, Robert Ressler, como una suerte de guía para convertirse en un asesino serial. En ese caso, sin embargo, no se podía hablar de un mensaje: no había ninguna “trama textual” que le sirviera de soporte.

Portada del Daily Mirror referida a Dennis Nilsen (foto extraída de Infobae)

sábado, 2 de julio de 2022

El profesor Dasombrío se documenta antes de armar el perfil del señor S (1)

CAPÍTULO IV (fragmento)

Lavó la vajilla. Eran las once. Despejó la mesa del estudio y empezó a revisar literatura de casos partiendo de lo que era menos abundante: antecedentes nacionales de crímenes en serie.

El primero de la lista era Carlos Eduardo Robledo Puch, condenado en febrero de 1972 por 36 delitos que incluían 11 homicidios y dos violaciones. Sin embargo, en la mayoría de sus crímenes, el placer de asesinar se mezclaba con el robo, lo que hacía cuestionable su perfil como asesino serial. También estaba “El Loco del Martillo”, un criminal de la década del ’60 que asesinaba a martillazos y remataba a sus víctimas con un clavo. “Una versión sesentista del Petiso Orejudo”, pensó. Extrajo de los anaqueles la segunda carpeta de recortes de casos, junto con compilaciones documentales y libros. Otro caso: Ricardo Caputo, asesino de cuatro personas, parecía responder más claramente a la definición del asesino en serie, pero había cometido sus crímenes en Estados Unidos y México. 


Carlos Robledo Puch (foto extraída de Wikipedia).

Analía Bonifay y el autor, con los ejemplares que intercambiaron

  Foto tomada en el encuentro de Narrativa en Biblioteca Córdoba, viernes 27/9/2024.