CAPÍTULO IV (fragmento)
El motivo para matar era una parte fundamental del
estudio y las controversias sobre el tema. Muchos especialistas sostenían que
la literatura y el cine habían creado la imagen de asesinos seriales que
querían transmitir un mensaje con sus crímenes y sostenían que eso no se
correspondía con la realidad. Dasombrío discrepaba: si bien en la mayoría de
los casos el motivo se reducía a la satisfacción de una necesidad del homicida,
había otros donde sí aparecía la intención de transmitir una suerte de mensaje.
Punteó casos célebres que se podían adscribir al primer tipo: el británico
Dennis Nilsen, asesino de 15 hombres, quien mataba para obtener compañía;
Jeffrey Dahmer, asesino de 17 hombres en Milwaukee, que, además de abusar de
sus víctimas, las convertía en objetos de estudio y experimentación. Luego, casos
del segundo tipo: Colin Ireland, culpable de cinco muertes, quien se
consideraba un cruzado contra los gays y pensaba que darles muerte era una
tarea purificadora; incluso, había usado un libro escrito por el especialista
del FBI, Robert Ressler, como una suerte de guía para convertirse en un asesino
serial. En ese caso, sin embargo, no se podía hablar de un mensaje: no había
ninguna “trama textual” que le sirviera de soporte.
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