CAPÍTULO XXXIX (fragmento)
EL RETORNO DE
Loringhoven disertaba frente a un grupo de alumnos
cuando Dell´ Arthur, Caraballo y Raziru se asomaron por la puerta del aula. Aún
quedaban 15 minutos de clase, así que los policías esperaron afuera. La nítida voz
de la geóloga sonaba con un dejo de serena autoridad en el recinto.
–La vulcanología es una ciencia que suele involucrar peligro. Hay más de 1.500 vulcanólogos en el mundo y unos 30 cayeron en ejercicio en los últimos 20 años. En 1992, en el volcán colombiano Galeras, murieron nueve vulcanólogos. En 1991, las nubes piroclásticas del volcán Unzen en Japón mataron a 40 personas, entre ellas, una pareja de vulcanólogos. Sin embargo, los volcanes también generan vida. En cierta forma, todos somos producto del vulcanismo, hijos de la fragua de Vulcano. Las erupciones aportan minerales al suelo y ayudan a crear campos fértiles, aptos para el cultivo, ideales para producir café, azúcar, caucho, tabaco, té y cacao. Una erupción que deposite menos de 20 centímetros de ceniza es un regalo del cielo, porque está llena de nutrientes fertilizantes. Aunque la geología que nos fascina también puede causar muchas muertes, a largo plazo el proceso global detrás de catástrofes naturales, como terremotos y erupciones, está vinculado al constante reciclaje de la corteza terrestre, que produce el planeta exuberante y habitable que nos alberga. Los volcanes liberan azufre en la atmósfera, gas que produce un efecto contrario al de invernadero: tiende a enfriar el planeta. Se estima que la erupción del Pinatubo en 1991 redujo la temperatura terrestre 0,2 grados centígrados durante dos años, lo que equivale al calentamiento global provocado por el efecto invernadero durante una década.
No hay comentarios:
Publicar un comentario