lunes, 19 de agosto de 2024

El Cinturón de Fuego en La fragua (fragmento del capítulo XX)

Anochece, y la tormenta que llegó desde el este hace rugir las ventanas de Metzadir. El viento suena como una tromba por la cañada que recorre el río; en el suelo comienza a medrar el ruido suave de las primeras gotas de llovizna cayendo sobre el pasto. El olor a tierra mojada asciende hacia él, que está de pie en el balcón de la casona y lo aspira, casi saboreándolo. Abre las ventanas para que el aire penetre en la estancia. Detrás de la silueta oscura de las montañas, los relámpagos atraviesan la oscuridad como ramas retorcidas y los truenos que les siguen resuenan entre los cerros como detonaciones de canteras.  

Antes de la tormenta, había pasado un par de horas navegando en internet. Recorriendo páginas de eventos sociales, rastreó información sobre bodas para verificar si alguna de las mujeres seleccionadas iba a casarse pronto. No había encontrado nada, así que destinó la segunda hora a chequear sitios sobre vulcanología y andinismo.   

En octubre realizaría el viaje al Ojos del Salado. La mejor época para subir al volcán comenzaba en ese mes y se estiraba hasta marzo, pero había decidido mantener el de su primer viaje. Como cada año, partiría por el antiguo Camino Real al Alto Perú; después de todo, iba a visitar la región que los incas llamaban Tawantisuyo, el Reino de las Altas Montañas Nubladas, la segunda región más elevada del mundo después del Himalaya. Allí, en la Coronación del Cinturón de Fuego, a través de los Ojos del Salado, él había podido ver como latía el corazón, la sangre y el pulso de la Tierra misma.


Actividad volcánica en Guatemala, manifestación del Cinturón de Fuego en Centroamérica (fotos gentileza Raúl Medina). 

martes, 13 de agosto de 2024

Ascenso en La fragua: fragmento del capítulo XI

 

CAPÍTULO XI

LA NOCHE ESTRELLADA (VAN GOGH)


La caminata les había abierto el apetito: comieron abundantemente y, luego del almuerzo, hicieron un descanso de 40 minutos antes de comenzar el ascenso.

La ruta no presentaba mayor dificultad. Bastaba con usar adecuadamente piernas y brazos para subir. Cuando los turistas miraron hacia abajo para ver cuánto habían ascendido, ya estaban a punto de hacer cumbre.

La vista desde la cima era magnífica. El Valle de Punilla lucía al sol en todo su esplendor. Les describió el panorama que se ofrecía ante sus ojos. Recostada sobre las faldas de las Sierras Chicas podían ver Villa Carlos Paz, rodeando al dique San Roque; detrás de ese cordón, la ciudad de Córdoba. A lo largo del valle, con algunas nubes rondando, se insinuaban Bialet Massé, Cosquín y La Falda. Casi al pie del cerro, eran visibles los piletones del antiguo complejo uranífero, al igual que el camino serpenteante que conducía al lugar. Hacia atrás, podían ver el cordón central del macizo y los pequeños vallecitos y cañadas que corrían en sentido perpendicular al Cerro La Cruz.


Foto gentileza Agencia Córdoba Turismo (ACT).

jueves, 1 de agosto de 2024

Trekking en La fragua: fragmento del Capítulo XI, La noche estrellada (Van Gogh)

 Llegaron temprano por la mañana. Luego de dejar el vehículo a cargo de un lugareño en el refugio de piedra con tejados rojos próximo al río Yuspe, él y el grupo de cuatro turistas –dos santafesinos y dos porteños– emprendieron el camino hacia Los Gigantes, las moles graníticas ubicadas al norte de la Pampa de Achala. Los excursionistas llevaban el equipaje indispensable, tal como se los había indicado, para que la marcha se hiciera a buen ritmo. Solo uno, el santafesino de mayor edad y ascendencia alemana, llevaba bastones telescópicos para trekking.  

El primer tramo de la travesía por los ojos de agua que formaba el Yuspe en las rocas se hizo más lento: el líquido resonaba en pequeñas cascadas, se intrincaba en laberintos rocosos y los turistas se detenían a menudo, maravillados por los estanques naturales formados en las oquedades de piedra, semejantes a morteros excavados por una raza de gigantes. El cielo, reflejado en esos pozos, parecía más próximo que nunca. Las montañas, en cambio, aún se veían lejos. Habían caminado largo rato y Los Gigantes lucían impertérritos y distantes respecto de la expedición. 

La meseta de pastizales recios, azotada por el viento, fue dejando paso a las rocas de la base del macizo. Una nube dividía la vista de la montaña en dos partes: la más baja, con sus rocas iluminadas, atravesadas por múltiples vetas, grietas y fisuras: el nivel siguiente, solo visible como una silueta oscura. Pronto comenzaría el ascenso más trabajoso.

Al llegar al pie del cordón, les explicó que el trekking que estaban haciendo se podía considerar como un paso intermedio entre la actividad de campamento y el montañismo. 


Foto gentileza Agencia Córdoba Turismo. 

Analía Bonifay y el autor, con los ejemplares que intercambiaron

  Foto tomada en el encuentro de Narrativa en Biblioteca Córdoba, viernes 27/9/2024.