Máximo espió su reloj de pulsera. Mientras la geóloga tomaba un marcador, Hugo Raziru observó el jersey mullido de lana que acompañaba su pantalón estampado y aprovechó el momento en que ella giró y se estiró a efectos de escribir en la parte más alta del pizarrón para detener la vista sin culpa en sus firmes nalgas. “Por Dios, lo buena que está”. Sin embargo, Víctor sí se dio cuenta.
–Mirá ahora, porque si te ve tu mujer, te mata –bromeó.
Ajena a todo, Loringhoven retomó el hilo de la clase.
–Vamos a introducir ahora un tema que retomaremos en la próxima clase. En la provincia de Córdoba, hay varios parajes que permiten apreciar formaciones volcánicas. Existen tres áreas destacadas: la de Sierra de los Cóndores-Piedras Moras, constituida por coladas basálticas. Las rocas pardo-rojizas de la zona dan nombre al dique ubicado allí. Otra es Chaján, al sudoeste de Río Cuarto, y el más importante de todos es el distrito de Pocho, con volcanes que han soportado 10 millones de años de erosión. Algunos han perdido altura, pero aún evocan a los antiguos gigantes, como los conos del Yerba Buena y el Ciénaga.
– ¿Hay alguna actividad volcánica residual allí? –preguntó un alumno de la segunda fila.
–Sí, todavía se encuentran manifestaciones hidrotermales. Para una reseña de episodios de vulcanismo en tiempos históricos, anoten: en nuestro país, las erupciones más recordadas fueron la del Quizapu, cuyas cenizas llegaron a caer en Buenos Aires en el año 1932. Respecto al Ojos del Salado, cuya erupción podemos ver ahora en vivo y en directo, tengan en cuenta que integra el Cinturón de Fuego, un círculo de actividad volcánica alrededor del Pacífico que se extiende desde Japón hasta América Latina y que cuenta con unos 300 volcanes.
Volcán en Guatemala (foto gentileza Raúl Medina).
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