jueves, 13 de enero de 2022

Repasando influencias de La fragua (2): El silencio de los corderos, de Thomas Harris


Jodie Foster con un cordero, en una imagen promocional de la película El silencio de los corderos, basada en la novela homónima de Thomas Harris.


 CAPÍTULO XXXVIII (fragmento)


Romich, satisfecho por lo que consideraba un momento cumbre de su carrera periodística, salió a comer con Tapia para festejar. Fueron a un restaurante recomendado por Di Lillo: consultaron la carta y pidieron salmón ahumado y cordero con brócoli, todo regado con vino de excelente cosecha.

Comieron y bebieron abundantemente. A la hora de los postres, Romich estaba exultante. Quería compartir su buena estrella con Tapia, con todo el mundo. 

–Hoy me llamaron unos policías, tratando de asustarme. Dijeron que me acusarían por obstrucción a la justicia. ¿Sabés qué les dije? “Váyanse a la mierda. Sin mí no tendrían nada, la única razón por la que cuentan con Loringhoven es que yo publiqué las fotos. Yo les di a la geóloga, que es la única pista concreta que tienen. Hagan lo que quieran, demándenme; el diario, el canal, todos me respaldarán”. 

Tapia sonrió, cómplice.

–Me quieren dar lecciones de ética periodística a mí, cuando Aguirrestegui y su ladero operan todo el tiempo con ese pregón del gobierno, ese pasquín oficialista... jajaja, no saben qué hacer, pobres pelotudos, casi los compadezco. 

El periodista bebió un trago de vino. Entonces, Tapia dijo:

–La verdad, haber llegado a la Cripta antes que la policía fue un golpe de suerte, ¿no?

–Sí, claro; pero no se trata solo de tener la oportunidad, sino de saber verla y saber usarla. Y, modestamente, ahí estuvimos más que bien, ¿no?

El fotógrafo asintió, levantó la copa e hizo el ademán de brindar.

– ¡Salud!

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