miércoles, 11 de mayo de 2022

Una visita a la Conae de Falda del Carmen en La fragua

                                                                 CAPÍTULO XXXVI (fragmento)

LA BELLA JARDINERA (DA VINCI)


Loringhoven enganchó la gargantilla en su mentón y suspiró. Afuera hacía un día precioso, pero sería una jornada larga, en la que trabajaría hasta que cayera el sol.

De todos modos, no se quejaba. De profesión geóloga, se había especializado en vulcanología y trabajaba en el Instituto de Altos Estudios Espaciales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) en el programa dedicado al estudio de volcanes a través de imágenes satelitales. Su labor también incluía gratificantes viajes y visitas a conos activos, en reposo y resabios de vulcanismo en Córdoba y el resto del país.

En ese momento, hacía una pausa en sus tareas en el centro para dedicarle unos minutos a las actividades académicas relacionadas con el doctorado en Ciencias Geológicas. Además de ser profesora de ese posgrado, oficiaba de directora, tutora y docente de consulta de los doctorandos que estaban preparando sus tesis. Entró a la página web donde se almacenaban las listas de trabajos en proceso: 

- “Geología, Petrología y Geoquímica del basamento ígneo-metamórfico del sector norte de la Sierra de Velazco, Provincia de La Rioja”.

- “Paleosismología de la falla de empuje activa La Calera. Aplicación de modelos de degradación de escarpa de fallas”.

- “Geología, mineralogía y petrogénesis de yacimientos pegmatíticos del distrito Totoral, Sierra de San Luis, Argentina”.

- “Plutonismo de las Sierras de Altautina y Quebrada del Tigre, de las Sierras Pampeanas Orientales, Argentina”.

- “Diaclasas verticales, efecto de retracción, redes hexagonales y fragmentación de masa en columnas prismáticas: disyunciones columnares en ignimbrita en el norte de Chile”. 

El seguimiento de tesis era una tarea ardua que requería de planificación, por lo que revisó bibliografía hasta cerca del mediodía, cuando empezó a sentir apetito. Entonces, bajó al comedor del complejo. Luego de ordenar su menú (“la pechuga con ensalada de zanahoria y huevo, por favor”), buscó una mesa cerca de la ventana.

A esa hora, con el sol en el cenit, el comedor era especialmente luminoso. Los trabajadores comían distraídamente el almuerzo. Afuera, el paisaje verde de Falda del Carmen hacía pensar que se trataba de tierras feraces, aunque en realidad estaban lejos de las pampas y muy cerca de las sierras.

Un colega se levantó para retirarse con el diario bajo el brazo. Ella se lo pidió prestado. Como era su costumbre, empezó por la página de Policiales.

Nunca llegó a hojear el resto de las secciones. Después de ver la serie de fotos que ocupaban toda la página y de leer rápidamente la nota a la que ilustraban, reparó en el oficio de la Unidad Judicial de Homicidios que la acompañaba. Buscó un teléfono fijo y llamó al número que figuraba allí.

Romich atendió la llamada.


Foto: prensa Conae (Argentina.gob.ar)

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